La teoría de John Maynard Keynes, a mi modo de ver, es clara, sencilla y útil para explicar por qué la Unión Europea (UE) iría en camino directo a la depresión o en el mejor de los casos la separación, si los políticos europeos no reconsideran, cuanto antes, sus decisiones en materia económica.
Keynes, utilizando casi todo el aparataje teórico neoclásico de su tutor, Alfred Marshall, explicó el desempleo como un resultado natural de las economías capitalistas en un ambiente de alta preferencia por la liquidez como la que vive actualmente el planeta. Particularmente, Keynes enseñó que, en un mundo de moneda fiduciaria (no mercancía), producir dinero y activos líquidos no genera mayor actividad u ocupación. Y, por tanto, que cuando el elemento del deseo es el dinero (cuando se prefieren los activos líquidos), en vez de los activos reales como las máquinas, equipos, planta, oficina, o bienes raíces, el desempleo es un resultado a esperar. En palabras llanas, Keynes nos enseñó que, cuando la gente siente pánico o miedo (i.e. cuando el consumo y la inversión real caen), el público se refugia en el dinero y los activos líquidos (i.e. sale de activos riesgosos y compra activos seguros, tumbando las bolsas y elevando la tasa de interés de largo plazo), causando así desempleo. La razón, él explicaba, era sencilla: a diferencia del oro, la plata, y el dinero mercancía, cuya producción demanda empleo, emitir dinero moderno, simplemente, no genera mayor actividad u ocupación.
Peor aún, Keynes, desafiando la teoría de su tutor, planteó que cuando el pánico llega (i.e. cuando la preferencia por la liquidez se instala para quedarse) no existe cambio alguno, en precios relativos, que distraiga la atención de los activos líquidos que no crean empleo, hacia los activos reales riesgosos, cuya utilización y producción sí genera ocupación, actividad e impuestos. De allí que, para superar las crisis, Keynes haya planteado que, aquel sector de la economía inmune al miedo (el gobierno, que puede socializar pérdidas) incrementase su gasto deficitario para recuperar los ingresos netos y, por tanto, así, la confianza del sector en pánico (el sector privado).
Los políticos europeos, por el contrario, han pensado que es posible recuperar la confianza imponiendo la austeridad fiscal, el incremento de los impuestos y la disminución del gasto gubernamental. Pero, pensar que la austeridad recuperará la confianza es una locura, en mi opinión, puesto que los consumidores, empresarios e inversores de la economía real (i.e. la generadora de empleos) no sienten miedo, pánico o desconfianza porque el fisco esté en déficit, sino porque los hogares están endeudados, y las ventas no aumentan.
Es decir, los consumidores e inversores no ahorran más (consumen e invierten menos), debido al déficit fiscal; más bien, lo contrario, el déficit fiscal aumenta porque los consumidores y los empresarios ahorran más (gastan menos), al disminuir la recaudación. De allí que, la política de austeridad europea, que implica el recorte del gasto público y el aumento de los impuestos (y, por tanto, la disminución del ingreso del sector privado), sólo pueda conducir al incremento de la desconfianza y, así, a una mayor reducción del consumo y la inversión real (i.e. a un incremento de la preferencia por activos líquidos), multiplicándose el desempleo, mientras se estanca la actividad y la recaudación tributaria. Necesariamente, superar la crisis implicará lograr el desapalancamiento de los hogares, que a diferencia de los Estados y las empresas no pueden imprimir dinero o inflar precios para pagar sus deudas. Mucho más déficit fiscal y tiempo se requerirá: Alemania, la UE, y sus políticos deberán entenderlo, si no desean depresión, conflicto, o separación.
Ángel García Banchs
Twitter: @garciabanchs